La silla, ese artículo que todos conocemos para administrar nuestras posaderas, nuestros amplios mofletes, nuestras cacas.
Ese artilugio, esa cosa rara que usamos para relajar el cuerpo.
Esa obra de arte confeccionada en maderas nobles, con repujados y múltiples formas.
Esas que son plegables, como los paraguas, para hacer más lógica su compilación.
Os voy a contar la historia de mi particular silla.
Era una silla pequeña, de aquellas que ya casi no se hacen, de tablao, sin pintura ni decoración ni nada, solo su anea y madera de árbol. Tenía tres o cuatro años y aún la tengo. Ahora no podría ni sentar un pie pero de pies no quiero hablar. Oscurecida por el uso y el desuso, adquiere a lo largo de los años un tono tabaco, tabaco cubano fuerte, oscuro y áspero.
Un día se rompió.
Y fue precisamente en la parte que sustenta todo el cuerpo del conjunto, el respaldo. Hizo 'crack' y apareció al menos una astilla que sobresalía puntiagudamente en un lado al que sabiamente había sido machiembrada. Era la viga principal de la estructura.
Pero mi madre que tiene solución para todo, con tal que mi padre no se entere, agarró cinta adhesiva y ya tenía otra vez silla. La anea se había estirado o meneado un poco pero el funcionamiento era igual, flexionabas las rodillas, el cuerpo entero, te sentabas y ya.
No me gustan las de plástico, se rompen igual y son feas.
¡Qué gustazo da el tacto de una silla gastada! ¡Cuántas sillas desechadas debido al uso!
Luego está el trono, el trono de un supuesto rey, su tronera.
Pero ¡qué difícil es apoyar una silla en el árbol sin que lo abrace como a un hijo!
Para el carro, ¿qué acabas de decir? ¿se puede hacer una película sobre esto? ¿hay patente? Es para ti lector, para que reflexiones, para que imagines un mundo de abrazos. Los vivos abrazando a los muertos. Pero hagamos una parada como has mandado, ya no hay vuelta atrás.
Vine aquí a hablar de mi silla.
Y no se sienta nadie, normal, no es una silla para sentarse. Es la letra hache, que, avispado lector, sabrás porque me estoy refiriendo. Su forma imita salvo en la tercera dimensión, a la estructura de nuestra hache, dos patitas y un palo recto largo y otro corto, entre las dos primeras para sentarse. Por esto le llamo a la hache "la silla", que algunos desalmados del lenguaje olvidan allá donde van o fueren. Torturadores de nuestro conocimiento se empeñan en imponer su ley creyendo qué los que corregimos estamos en delirio y somos primos o sobrinos del mismo Satanás. Pero no es así.
Me gustaba el dibujo, el lenguaje y ya ,de más mayor, la tipografía y el diseño y no cabe dentro de mí una sola falta de ortografía que examine al concursante. Si las tiene, una detrás de otra como es perceptible, no hay excusa que valga. Vale que te has dejado una coma, un acento o mejor, tilde, pero eso no significa que al siguiente renglón se puedan volver a repetir los mismos errores. Y ahí es por donde no paso.
Si un universitario comete un error, pongamos que se deja una silla, se dice siempre que es por culpa del maestro, que no le ha enseñado lo suficiente. Muchas veces tienen razón. Si repasamos la historia, la caligrafía era lo que enseñaban los maestros a sus alumnos, la letra redondilla, ahora con los tablet y demás zarandajas existe un denominado autocorrector que hace las veces de maestro, claro que hay que tenerlo activado.
Digo yo que también podían haber hecho uno para las matemáticas, con sus números, que saltara la linea roja debajo cuando una suma o división no es correcta y vete tú a saber que otras múltiples aplicaciones se podrían acometer sin hacer trabajar el cerebro.
Pero no hay nada que sustituya al maestro. También es de razón, el contacto es vital para que el individuo sepa si es comprendido o no.
Dejemos al maestro que haga su trabajo y vosotros padres haced el vuestro, que no hay ninguna educación sea buena o mala que forme al futuro individuo, si éste no quiere, si deriva en ausencia, si lo dice su sino.
A un día del 23 de abril Día de Aragón
Ese artilugio, esa cosa rara que usamos para relajar el cuerpo.
Esa obra de arte confeccionada en maderas nobles, con repujados y múltiples formas.
Esas que son plegables, como los paraguas, para hacer más lógica su compilación.
El instrumento que no falta en todas las casas, aunque una buena piedra haga a veces de silla.
Cuántos árboles cortados y sacrificados para responder a nuestros deseos lumbares.Os voy a contar la historia de mi particular silla.
Era una silla pequeña, de aquellas que ya casi no se hacen, de tablao, sin pintura ni decoración ni nada, solo su anea y madera de árbol. Tenía tres o cuatro años y aún la tengo. Ahora no podría ni sentar un pie pero de pies no quiero hablar. Oscurecida por el uso y el desuso, adquiere a lo largo de los años un tono tabaco, tabaco cubano fuerte, oscuro y áspero.
Un día se rompió.
Y fue precisamente en la parte que sustenta todo el cuerpo del conjunto, el respaldo. Hizo 'crack' y apareció al menos una astilla que sobresalía puntiagudamente en un lado al que sabiamente había sido machiembrada. Era la viga principal de la estructura.
Pero mi madre que tiene solución para todo, con tal que mi padre no se entere, agarró cinta adhesiva y ya tenía otra vez silla. La anea se había estirado o meneado un poco pero el funcionamiento era igual, flexionabas las rodillas, el cuerpo entero, te sentabas y ya.
No me gustan las de plástico, se rompen igual y son feas.
¡Qué gustazo da el tacto de una silla gastada! ¡Cuántas sillas desechadas debido al uso!
Luego está el trono, el trono de un supuesto rey, su tronera.
Pero ¡qué difícil es apoyar una silla en el árbol sin que lo abrace como a un hijo!
Para el carro, ¿qué acabas de decir? ¿se puede hacer una película sobre esto? ¿hay patente? Es para ti lector, para que reflexiones, para que imagines un mundo de abrazos. Los vivos abrazando a los muertos. Pero hagamos una parada como has mandado, ya no hay vuelta atrás.
Vine aquí a hablar de mi silla.
Y no se sienta nadie, normal, no es una silla para sentarse. Es la letra hache, que, avispado lector, sabrás porque me estoy refiriendo. Su forma imita salvo en la tercera dimensión, a la estructura de nuestra hache, dos patitas y un palo recto largo y otro corto, entre las dos primeras para sentarse. Por esto le llamo a la hache "la silla", que algunos desalmados del lenguaje olvidan allá donde van o fueren. Torturadores de nuestro conocimiento se empeñan en imponer su ley creyendo qué los que corregimos estamos en delirio y somos primos o sobrinos del mismo Satanás. Pero no es así.
Me gustaba el dibujo, el lenguaje y ya ,de más mayor, la tipografía y el diseño y no cabe dentro de mí una sola falta de ortografía que examine al concursante. Si las tiene, una detrás de otra como es perceptible, no hay excusa que valga. Vale que te has dejado una coma, un acento o mejor, tilde, pero eso no significa que al siguiente renglón se puedan volver a repetir los mismos errores. Y ahí es por donde no paso.
Si un universitario comete un error, pongamos que se deja una silla, se dice siempre que es por culpa del maestro, que no le ha enseñado lo suficiente. Muchas veces tienen razón. Si repasamos la historia, la caligrafía era lo que enseñaban los maestros a sus alumnos, la letra redondilla, ahora con los tablet y demás zarandajas existe un denominado autocorrector que hace las veces de maestro, claro que hay que tenerlo activado.
Digo yo que también podían haber hecho uno para las matemáticas, con sus números, que saltara la linea roja debajo cuando una suma o división no es correcta y vete tú a saber que otras múltiples aplicaciones se podrían acometer sin hacer trabajar el cerebro.
Pero no hay nada que sustituya al maestro. También es de razón, el contacto es vital para que el individuo sepa si es comprendido o no.
Dejemos al maestro que haga su trabajo y vosotros padres haced el vuestro, que no hay ninguna educación sea buena o mala que forme al futuro individuo, si éste no quiere, si deriva en ausencia, si lo dice su sino.
A un día del 23 de abril Día de Aragón
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